Alemán por registro y pato por convicción me defino como un ser introvertido, empático, sincero y directo. Capaz de darle mil vueltas a la solución de un problema solamente para darme cuenta de que existen soluciones más difíciles a todos los problemas.
Creo que solo hace falta entrar a mi cuarto y dar una mirada rápida para conocerme perfectamente.
Mi cama tiene 6 seres extraños e importantes, hay una mantarraya con más de 16 años de edad llamada Pixie, un Comegalletas, un Scooby Doo, una foca rara que tiene cara de bulldog, un Stich y un Pato que canta bossa nova. Todos ellos me recuerdan que siempre tendré el alma de niño y nunca maduraré (casi casi como Peter Pan).
En mi librero hay 46 libros (los acabo de contar) la mayoría de ellos de matemáticas. Lo que nos demuestra que soy más raro de lo que puedo aceptar, y me encantan las matemáticas. También estan mis libros de Harry Potter (en español e inglés) lo que nos reafirma el punto en el que no siempre soy un adulto.
8 diferentes perfumes, porque no me gusta oler igual todos los días. Y soy de la idea de que debemos adecuarnos a los retos y problemas del día a día (que buena alegoría ¿no?).
En el mueble de la tele hay dos montones fácilmente reconocibles a simple vista; uno de fotos y otro de papeles. Ambos desordenados al ojo poco entrenado del resto del mundo, pero para mi, en perfecto orden (las que me gusta come veo al principio, después las de lugares importante, después familia, amigos y terminamos con las que no salgo yo!!!).
Cabe hacer mención en eso de las fotos no estoy yo al principio porque sea un egoísta, o puede que si; estoy ahí porque no creo que los visitantes se agrade de ver primero la foto que a mi hermano se le ocurrió tomarse mientras estaba en el baño el día de mi graduación.
Esos montones demuestran mi orden, naturalmente desordenado, en varios de los aspectos de mi vida.
Para finalizar tenemos los cajones del escritorio y debajo de la cama (que no todos ven) pero todos pueden adivinar que están llenos de cartas, boletos de cine, monedas, envolturas de chocolates y demás burradas que creo que ya no recuerdo el por qué estaba guardándolas. Pero siguen ahí, por si algún día lo recuerdo.