jueves, septiembre 7

Poquito

Papi, ¿me quieres?
Muchísimo
No, eso no me gusta
Bueno, te quiero... poooco
Imaginen la escena: abro la puerta de mi recamara (latop en mano), cierro la puerta y me encuentro en el pasillo de 1 metro de ancho y a 3 metros de altura del jardín, me siento en el escalón que se forma debajo de mi puerta y prendo la lap, una lluvia torrencial caen en vertical sobre Cuernavaca, el poco aire que se siente sirve para mandar una pequeña brisa sobre mis rígidas mejillas, si, rígidas; estoy sonriendo… poquito

Acabo de salir de bañarme y solamente tengo mi bata puesta y unos boxers, mi cabello sigue mojado y seguramente empezará a enmarañarse conforme vaya secándose. Sigo feliz, el olor a pasto recién cortado me embriaga y eleva mis sentidos para notar que hoy… en este momento… me siento un poquito feliz.

Y tal vez no lo debería de ser tanto, extraño a mis amigos, a mi familia y a todos los demás, hoy hablé con mi hermana solo para escuchar su melodiosa voz. Esta noche, mientras estaba en el mirador de la autopista recordé que extraño a mi papá. Si, a mi papá que no es mi papá, pero que ha estado ahí ganándose el lugar de papá… poquito a poco.

Qué difícil es tener 2 papás y quererlos a los dos por cosas que son tan diferentes. Es como si ambos se complementaran de una manera u otra. No voy a entrar en detalles, pero mi papá me quiere… como él lo definiría mejor… poquito.

Y es esa mezcla entre mentira y cinismo que realmente te cautiva, cuando mis hijos me lo pregunten seguramente haré lo mismo y contestaré con voz de niño… poquito.

Y en el colmo de la felicidad y de el extrañarlos tanto se me humedecen mis ojos. No es TAN lejos ni TAN cerca, no estan y… yo los quiero así… poquito.

Las lagrimas fluyen y poco a poco se enturbia mi visión y pierdo las letras del teclado.

Todos ya están dormidos y me limito a mandarles un mensaje que dice que los quiero… poquito.

Un te quiero mucho no era ni tan mágico, ni tan especial como cuando nos decían que nos querían… poquito.

Y no, no quiero dejar de escribir, hoy simplemente los extraño… poquito.

miércoles, septiembre 6

Pero si tú me dijiste!!!

Ya lo tomaste en cuenta… SI… Ya lo tomaste en cuenta… SI… Ya lo tomaste en cuenta… SI… Ya lo tomaste en cuenta… SI… Ya lo tomaste en cuenta… SI… Ya lo tomaste en cuenta… SI… Ya lo tomaste en cuenta… SI.

Y mi cerebro no solo lo tomó en cuenta, sino que lo metió al presupuesto (para tomarlo en cuenta, seguramente esa era la razón de decírmelo 7 veces en menos de media hora). Pero no, no solo la estaba cagoteando, sino que hice que un individuo (el cual me lo había recordado 7 veces) se tardara todo un día en cuadrar algo que yo cuadré en 30 segundos.

Pero la culpa fue mía, según mi jefa… qu’es-que yo solo lo debía tener en mente (no metérselo al presupuesto); lo se, es una idiotez, pero el niño hizo berrinche y me tenían que regañar por acatar al pie de la letra su estupidez.

Es como cuando te dicen, recuerden al bajar cerrar bien sus ventanas y poner los seguros. Tú obviamente cierras la ventana con fuerza, colocas el seguro y cierras la puerta. Pero se vuelve tu culpa que no haya manera de sacar las llaves del coche. Y ni para responderle “si, vi las llaves pegadas, pero realmente no creí que fueras tan imbécil como para cerrar el coche y dejar las llaves adentro”.

Si Quack, aviéntame el celular, y lo aventé… sabía que no lo iba a cachar, no por imbécil, sino porque estaba lejos y sus skills deportivas siempre dejaron mucho que desear. Y la culpa es tuya… porque la agarró y al hacerlo se rompió por la fuerza (y juro que fue de gravedad, solo eran 6 pisos –y yo me limité a soltar el artefacto-)

Y no me quedó de otra que apechugar y aguantar el regaño, no fue malo, pero me caga que me regañen cuando se (o creo) que no tengo la culpa.

domingo, septiembre 3

Cosas que nunca pasaron

Tal vez era un día normal, había pasado algún tiempo desde la ultima vez que había tenido una relación seria.

Recién regresábamos de Isla del Padre, habíamos pasado un excelente Spring Break, como esos que a mis amigos les encanta. Era nuestro regreso triunfal a la semana santa mexicana. Tuxpan no nos ofrecía lo mismo, pero ese sentimiento de regreso al confort nos calmaba un poco la testosterona que traíamos por dentro.

Seguramente ahí te vi por primer vez, junto a un grupo de conocidos a los cuales no pararía a saludar, y no por fresa, sino porque son solo eso… conocidos a los que me limito a saludar de lejos (o de cerca si tropezamos).

Tal vez fue tu seguridad, o tu belleza… o tu estilo lo que llamó mi atención; ahora, en retrospectiva no se si fue una o la mezcla de las tres lo que me cautivo en el preciso momento en el que te mire. Estoy seguro que mi cara denotaba cierto grado de arrogancia, tal y como acostumbra mi yo interno a hacerlo cada que cruzo la mirada con una niña a la que le acabo de colocar una etiqueta que dice: “out of your league”.

Si, te miré seguramente algunas veces más, y pregunté quien podría ser la niña del bikini rosa. Me dieron los pormenores familiares y tu ascendencia; yo asumí credulidad, y fingí indiferencia, mi pregunta era simplemente de cultura general.

Regresé a mi zona de confort, rodeado de mis amigas de siempre, y les comenté que había visto una niña en un bikini rosa, ellas no se preocuparon, sabían que no era gran cosa.

Regresamos a Poza y pasaron por mi; Ale acostumbraba a hacerlo y Miriam la acompañaba religiosamente. Íbamos a divertirnos al antro.

Sin problemas pasamos la “cadena” del antro, las mismas personas en la mesa, en la zona, en el antro. Todo era igual, pero sabía que te tenía que buscar. No te buscaba con algún interés, simplemente quería volver a verte.

A lo lejos vi a uno de tus familiares, y en una platica casual quise obtener la información que nunca obtuve, no porque no me la haya querido dar, sino porque no la quise preguntar; decidí dejarlo como algo que pasó, simplemente unas miradas que se cruzaron en un día cualquiera.

Te vi muchas veces, tal vez más de las que hoy estoy dispuesto a escribir. Algunas veces nuestras miradas se cruzaron, o eso fue lo que yo quise creer; tal vez tu solo mirabas el mundo, mientras yo… tenía mis ojos puestos en ti.