miércoles, noviembre 23

Crónicas Malditas IV

Último día en el eje cafetero Colombiano (si mal no recuerdo Quindío) y a mi se me tenía que olvidar el celular (celular que por cierto solo sirvió hasta que salí del Aeropuerto Internacional de Medellín). Pero lo estaba usando como despertador.

Íbamos a mitad del camino y noté su ausencia. Avisé al conductor de la buseta y me dijo que no había problema, que continuaríamos nuestro viaje y al llegar se hablaría a la finca en la que nos quedamos para solicitar su envío a Medellín. Triste fue la historia y la espera en vano los primeros días. Resultaba que no le podían mandar un celular por mensajería a un extranjero; y menos si no radicaba en la ciudad de destino.

Después de varios días y conversaciones infructuosas con los de la casa/mensajería/cadena de autobuses y demás, se logró que enviaran el aparato de apenas 30 centímetros cuadrados a Medellín. ¿Cómo lo mandaron? Ya no quise saber, pero sobra decirles que ya me veía teniendo que comprar otro celular.

A los pocos días de haber regresado a Medellín, se acercaba la feria de las flores, y nosotros teníamos una cabalgata privada a la cual teníamos que acudir. Llegaron esa mañana 9 caballos. Ed y yo rápidamente nos montamos en los que suponíamos eran los mejores y no nos quisimos bajar por miedo a que nos quitaran los animales escogidos. Así pasamos cerca de 50 minutos entre que se alistaban los demás y se peleaban por el pinto, el blanco y el mansito. El último en montar fue Jorge.

Nos enfilamos con dirección desconocida y llegamos a casa de nuestro guía. Él nos mostraría los bondades de las cabalgatas y los lugares de descanso (por aquello de estar sentados tanto tiempo). 4 horas de cabalgata después, ya nuestras respectivas “nalgas” (si es que en ese momento se les podía denominar así) ya solicitaban regresar a su forma original. 30 minutos después llegamos al rancho, bajamos como pudimos de los caballos y nos preparamos para disfrutar de las bondades del rancho.

Nos pusimos a jugar carambola un rato y entonces nos llamaron para comer. Era sancocho; yo no había desayunado y en el camino me había comido el último paquete de Ritz Bits. La tienda más cercana estaba a 4 horas y media a caballo y mi cuerpo no aguantaría. Así con hambre y sin ganas, me comí a medias el primer plato de comida 100% colombiana.

Justo antes de salir de regreso, nos dimos cuenta que el caballo de Jorge había perdido 3 de sus 4 herraduras. Esperamos 2 horas antes de que regresara un niño de la vulcanizadota más cercana para arreglar el desperfecto del medio de transporte de Jorge, el cual, tuvo a bien tapar el baño del rancho mientras esperaba.

Salimos justo antes de las 5 p.m. y Ed y yo nos adelantamos. Al decir nos adelantamos me refiero a íbamos a una velocidad mucho mayor que el resto de la caravana y por ende nos perdimos. Oscurecía y seguíamos en la encrucijada más grande de nuestras vidas. Regresar a velocidad promedio y por ende cubrir la distancia recorrida 3 veces y en el camino perder lo que quedaba de nuestras nalgas; o esperar sentados frente a la caseta telefónica en la que nos habíamos detenido con la esperanza de poder hablar a algún lado.

Si, tal vez se pregunten, y por que no llamaron para pedir ayuda, pero la respuesta es más obvia de lo que ustedes creen. No sabíamos en qué carretera, en qué dirección, en que parte nos perdimos y demás posibles preguntas que cualquier equipo de rescate al estilo 911 nos hubiera podido hacer. Entonces hicimos lo que cualquier mexicano perdido en una carretera del extranjero podía hacer: nos sentamos a esperar que nos rescataran.

Dos horas después la caravana llegó al lugar donde nos encontrábamos y cuando nos preguntaron qué hacíamos en ese lugar, les contestamos lo que cualquier persona perdida contesta: “Los estábamos esperando”. Llegamos al lugar de partida exhaustos y con muchísima hambre, no recuerdo que comí esa noche, pero júrenlo que fue la mejor comida del viaje.

A la mañana siguiente no podíamos levantarnos de la cama, no podíamos sentarnos, y teníamos un miedo horrible de tener ganas de ir al baño.

4 Comments:

At 1:55 p.m., Blogger Tonio Corona said...

"los estabamos esperando" jajajajaja...

wey.. si lo que querias era comida mexicana... pues te hubieras ido a La Chingada!!!! jajaja (La Chingada es uno de los dos restaurantes mexicanos que hay en Bogota) jaja menos mal no preguntaste y te dijo eso un colombiano... se hubieran armado los araniazos!!! saludos...

 
At 1:55 p.m., Blogger Tonio Corona said...

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At 3:07 p.m., Anonymous Anónimo said...

guevon, acordame q fue lo q hizo el marica de edwin en ese puto tel q no me acuerdo, y vos no supiste q a mi casi me tumba el caballo en el q iba alvaro por ponerme de berraco a cambiar con el, ese hp q era tuerto. ja ja ja saludos y te cuidas

 
At 11:15 a.m., Anonymous Anónimo said...

que paso quack este relato estubo medio aburridon escribe con mas euforia por favor.......
p.d. un lector algo exigente jejejeje pero ahora tendre que esperar otros 2 años a que escribas la V jejejeje

 

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