Si, me invitaron por la noche a tomar mojitos, me desvelaron, me hicieron manejar por la ciudad, me llevaron a cenar tacos del
Chupacabras a altas horas de la madrugada, y me dejaron dormir hasta las 4:30 a.m. Hasta ese momento yo no tenía un problema, es más, al llegar a mi casa puse el despertador y me dio una noticia impactante: “la alarma sonará en 3 horas y treinta minutos”.
Esa mañana tenía que llevar el desayuno a mis hermanitos, desperté, fui al mercado, manejé por el tráfico y llevé alegría estomacal a un hambriento grupo de individuos insaciables.
Si, se me había hecho un poco tarde, pero la madrugada anterior nos habíamos dado permiso de llegar un poco tarde. Esperaba mi tren para subir y mandé un mensaje colectivo que decía: “
estoy abajo, esperando el tren”. Ilusamente creía que me iban a contestar con la exacta ubicación donde podría encontrarlos.
La respuesta no fue el Claustro, ni el salón de los carruajes, ni el baño de Antonieta, ni la cama de Maximiliano. Me contestaron un: “
marica, yo subí a pie”. Ni hablar, los iba a tener que buscar por todo el museo.
Llegué a la puerta, compré mi boleto para entrar (me caga entrar gratis a los museos, lo hago como un granito de arena para ayudar). Seguramente si mi vida fuera una película, una canción feliz estaría de fondo mientras me disponía a entrar al Castillo de Chapultepec, pero en ese momento se rayó la canción y la vi.
Era una
majadera, esperando, sola, sentada bajo un árbol. Lo primero que salió de mi boca fue un: “y los demás”, seguido de una risa entre fingida y nerviosa. La respuesta era obvia y esperamos.
Mi segundo mensaje ya era reclamando; “
Dónde están? Me aplicaron la estudiantil? Un jarocho grita CULEROS desde el Castillo de Chapultepec”.
Seguramente
Ruy miró su celular, hizo una mueca y prosiguió con su sábado de manera normal. Él fue el único que había avisado que no se presentaría en esa reunión culturalizadora: claro, tengo que hacer mención que la noche anterior nos plantó.
Para ese momento
Salvador había dejado de existir. Seguramente Martha no se encontraba a su lado, y la batería de su Palm se había terminado; razón por la cual se creó un colapso en la continuidad espacio/tiempo y él comenzó a derretirse.
Ricardo seguramente escuchó el timbrar de su celular, el cual confundió con su alarma y apagó su impertinente gadget. Acomodó su almohada y continuó durmiendo.
Con
Analú las cosas fueron diferentes; despertó, leyó el mensaje y vía Bluetooth se sincronizaron sus pensamientos y la opción de responder mensajes, Tal vez está de más decirles que su respuesta fue un simple y llano: “
MOCOS”; si, era la manera polite de decir “april’s fool” en pleno febrero.
Las respuestas no nos ayudaban, decidimos despertar a Ricardo, el cual dejó sonar 2 veces el celular y nos mandó olímpicamente al buzón. Ningún teléfono tiene la opción de mandar al buzón al segundo timbrazo, razón por la cual seguimos intentándolo, recibiendo el mismo trato, pero desde el primer timbrazo.
Analú marcó a mi cel y explico que Ricardo había quedado en marcarle para despertarla, que si la esperábamos nos caía (por respeto a nosotros mismos, no aceptamos). Eso todos lo hemos aprendido, cuando la hayas cagado; échale la culpa a otra persona que no esté en ese lugar. Es una de las máximas para salir al paso de una situación bochornosa. Los niños dicen “
se la comió mi perro”, “
mi mamá no metió esa libreta en la mochila”, e inclusive hay quienes le echan la culpa al mismo maestro con el clásico: “
no, no dejó ninguna tarea”.
Caminando bajamos de la loma donde está el Castillo; lo hicimos así para descargar esas energías negativas que luchaban por salir en forma de groserías, frases de enojo y planes de venganza (algunos usando motores de SPAM y sicarios colombianos).
Ricardo no podía quedarse atrás después de Analú y mandó un mensaje que decía: “
Ya no alcanzo a llegar…”; Ja!, eso lo contestas cuando estas atrapado en una junta, o en el tráfico, pero nunca 2 horas después!!! Y menos si tu fijaste la hora de reunión. Nos llamó ya que íbamos camino a Santa Fe:
“Marica, nos mandabas al buzón”.
“¿Te mandaba al buzón?”.
“Si”.
Aquí esperábamos cualquier respuesta después del MOCOS de Analú, y él contestó “Nooo (imaginen ese NO que sale de sus bocas al enterarse que un conocido tiene una enfermedad terminal, o al enterarse que una de las niñas más guapas de la prepa se declaró lesbiana en una fiesta)”.
Seguramente en el ITAM les enseñan eso en las clases de: “MOCOS: mil y un usos” o “Las bondades de decir NO con asombro” seguramente son optativas, y si las tomas juntas te dan una especialidad.
Sabía que Analú tenía un Ph.D. en manejo de situaciones, pero Ricardo demostró que no se quedaba atrás.
Por eso y muchas cosas más, la Universidad Pontifica de Quack, les otorga a este par de ciudadanos un Doctorado Honoris Causa, ahora, ellos pueden denominarse a si mismos “
Culeros Certificados”.