lunes, julio 25

Suele pasar

Es por todos conocidos en la oficina que soy un lépero cuando estamos en las fiestas, comidas o demás eventos de integración, pero hoy exageré.

Hay cosas que me hacen enojar y una de ellas es equivocarme. Hay cosas que me hacen rabiar, y es equivocarme más de 2 veces en lo mismo; pero si hay algo que me hace gritar es equivocarme constantemente en lo mismo, aunque solo me de cuenta yo.

Hoy a los escasos 2 minutos de llegar a la oficina, mi jefe me pidió que revisáramos cierta información que le había enviado el viernes a primera hora porque era “urgente”. Revisamos la información y descubrí un error de suma, o para ser más precisos, la fórmula de excel no hacía referencia a una celda.

Total que a esas horas de la mañana había mucha bulla en la oficina, y de mi lugar de trabajo a la oficina de mi jefe, tengo que atravesar el área de contabilidad y administración, y pasar sobre el taller de diseño.

Salgo de la oficina de mi jefe a corregir la fórmula… imprimo el archivo, me levanto, y entrando a la oficina m doy cuenta de un error de referencia derivado de haber cambiado la celda de lugar. Salgo de la oficina de mi jefe corrijo el archivo por segunda vez, lo imprimo y camino a la oficina de mi jefe. Sin ver la impresión me doy cuenta que seguramente tiene otro error, abro la carpeta y me cercioro. Regreso a mi lugar de trabajo y corrijo el que según yo sería el último error posible, imprimo, llego a la oficina de mi jefe y me salgo corriendo; un error más.

Mi jefe sale de su oficina y me pregunta que pasa; a lo que le contesto, nada, es que no imprimía bien mi impresora (lección uno de trabajo ejecutivo, antes de echar de cabeza a un subalterno o a usted mismo, culpe al mobiliario y equipo). Mi jefe regresa a la oficina, de la manera más rápida corrijo el último error posible, según yo; imprimo y me dirijo a la oficina de mi jefe, a medio camino me doy cuenta que imprimí la hoja de cálculo que no era y si querer 2 palabras salen de mi boca, rompiendo el murmullo de la ofina y notándose por lo menos a 150 metros a la redonda “MALDITA GONORREA”.

Un silencio sepulcral se apropió del Pent House, noté que realmente había profanado la etiqueta verbal de mi oficina. Mi jefe salió de la oficina y dijo: “tomate el tiempo que consideres necesario para revisar el archivo, no queremos que alguna otra infección se haga presente en esta empresa”.

Moraleja: Nunca emplee los primeros 10 minutos del día en hacer cosas que requieran exactitud quirúrgica, algún personaje podría salir herido u ofendido.

3 Comments:

At 9:01 p.m., Blogger homero said...

Jajajajajajajajajaja...yo no sé si es verídico o no, pero que no tiene madre tu historia, no tiene madre!!! Me cago en 10!!!

 
At 2:47 p.m., Blogger kikewaa said...

Vientos, Germancito... Cuando sea grande quiero ser como tú. Sé mi maestro por favor. ¡Quiero aprender toooooooooodas tus peladeces!

 
At 2:49 p.m., Blogger kikewaa said...

Excepto la de la gonorrea; esa si se me hizo como de asquito. ¡Fuchi!

 

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