Una sorpre para Hon…
“Sorpre” era el pensamiento recurrente y el plan se veía muy sencillo: pasar a comprar sus gomitas favoritas y enviárselas. La mecánica estaba definida, le enviaría a su casa o a su oficina un paquete. Definir el ¿qué? fue muy sencillo y el ¿cómo? era un no brainer… el problema fue el ¿a dónde?.
Llegué a comprar las gomitas y enviarlas en la bolsa no era opción. Hubo varias opciones de recipiente y ninguno cumplía con la función de ser especial.
La idea fue meter las gomitas en un vaso de Starbucks, y que el vaso dijera la bebida que ella pide. “skinny-venti.vanilla-latte-para-Honney-con-H-y dos-N” y la señorita escribió Ohnney. Decirle que lo había escrito mal me dio muchísima pena y preferí ir al siguiente Starbucks del centro comercial. Me acerqué al mostrador y recité: “skinny-venti.vanilla-latte-para-H-O-N-N-E-Y”; recibí un Honey (al parecer ni deletrear bien sé). Siguiente parada, el tercer Starbucks del centro comercial contiguo. En vez de hacer el ritual de: “hola, me regalas un vaso y le pones que la bebida es un….”, pedí 2 mangas (uno nunca sabe si se va a equivocar).
Obvio no me equivoqué, solo tuve un pequeño error de dimensiones y la última A no quedó como hubiera esperado. Pero ya estaba listo. Tenía el paquete, y solo faltaban los pormenores del destino.
Se llegar a su nuevo depa, pero solo fui una vez, no sabía el edificio ni el departamento. La única opción era llamarle a su mamá o a su papá. Rápidamente le marqué a su mamá (obvio).
Mientras buscaba su celular en mi celular, un sin número de “Worst Case Scenarios” aparecieron en mi mente. Respuestas desde muy simples: “No quiero.”, “a ver convénceme de darte la dirección”, “Eudevas #(hey, esa es la mia)”, “Av. Chapultepec #28 Col. (esperen, esa es la de Televisa)” y otras un poco manchadas: “mira, lo mejor es que no te la de”, y así hasta las nauseas (que no estaba tan lejos, en serio estaba un poco nervioso).
La llamada fue bastante cordial (obvio, ella sabía que no estoy en contra de la nanotecnología y que estoy muy lejos de ser un hooligan londinense), me dio gusto escuchar que su mamá se encuentra bien, y que su abuela también.
¿Sabría que yo lo había mandado?, ¿reconocería mi letra?, ¿me delataría el hecho de que fueran gomitas?. Eso ya era lo de menos, lo importante estaba hecho.
Ese día saliendo de la oficina fui a correr, con la rodilla izquierda lastimada solo pude trotar un rato: 3 km y a casa. No debí haber corrido, me lastimé un poco más y mis anginas de inflamaron. Pero necesitaba dejar de pensar en que estaba pasando del otro lado de la sorpre.
Horas después recibí su respuesta. El taxista había llevado la sorpre y la había dejado en el lugar correcto. Ella tenía en su poder un paquete de gomitas.
Llegué a comprar las gomitas y enviarlas en la bolsa no era opción. Hubo varias opciones de recipiente y ninguno cumplía con la función de ser especial.
La idea fue meter las gomitas en un vaso de Starbucks, y que el vaso dijera la bebida que ella pide. “skinny-venti.vanilla-latte-para-Honney-con-H-y dos-N” y la señorita escribió Ohnney. Decirle que lo había escrito mal me dio muchísima pena y preferí ir al siguiente Starbucks del centro comercial. Me acerqué al mostrador y recité: “skinny-venti.vanilla-latte-para-H-O-N-N-E-Y”; recibí un Honey (al parecer ni deletrear bien sé). Siguiente parada, el tercer Starbucks del centro comercial contiguo. En vez de hacer el ritual de: “hola, me regalas un vaso y le pones que la bebida es un….”, pedí 2 mangas (uno nunca sabe si se va a equivocar).
Obvio no me equivoqué, solo tuve un pequeño error de dimensiones y la última A no quedó como hubiera esperado. Pero ya estaba listo. Tenía el paquete, y solo faltaban los pormenores del destino.
Se llegar a su nuevo depa, pero solo fui una vez, no sabía el edificio ni el departamento. La única opción era llamarle a su mamá o a su papá. Rápidamente le marqué a su mamá (obvio).
Mientras buscaba su celular en mi celular, un sin número de “Worst Case Scenarios” aparecieron en mi mente. Respuestas desde muy simples: “No quiero.”, “a ver convénceme de darte la dirección”, “Eudevas #(hey, esa es la mia)”, “Av. Chapultepec #28 Col. (esperen, esa es la de Televisa)” y otras un poco manchadas: “mira, lo mejor es que no te la de”, y así hasta las nauseas (que no estaba tan lejos, en serio estaba un poco nervioso).
La llamada fue bastante cordial (obvio, ella sabía que no estoy en contra de la nanotecnología y que estoy muy lejos de ser un hooligan londinense), me dio gusto escuchar que su mamá se encuentra bien, y que su abuela también.
¿Sabría que yo lo había mandado?, ¿reconocería mi letra?, ¿me delataría el hecho de que fueran gomitas?. Eso ya era lo de menos, lo importante estaba hecho.
Ese día saliendo de la oficina fui a correr, con la rodilla izquierda lastimada solo pude trotar un rato: 3 km y a casa. No debí haber corrido, me lastimé un poco más y mis anginas de inflamaron. Pero necesitaba dejar de pensar en que estaba pasando del otro lado de la sorpre.
Horas después recibí su respuesta. El taxista había llevado la sorpre y la había dejado en el lugar correcto. Ella tenía en su poder un paquete de gomitas.